Ya comentamos en un programa anterior que la actividad física, o el deporte, no tiene qué implicar necesariamente una mejora de la salud.
Depende de qué deporte y de qué manera se practique.
Pero también es un error afirmar que el alto rendimiento deportivo implica directamente una merma en la salud.
Tomemos como ejemplo el ciclismo profesional, que dispone actualmente de muchos controles médicos que se preocupan de defender la salud del ciclista. Esto no ocurría hace 30 años, cuando los ciclistas se auto-medicaban y los médicos solo asesoraban en casos extremos.
Sin embargo, muchos médicos deportivos también han contribuido a la difusión del dopaje. Aunque parezca mentira, no hay mucho más dopaje que hace 30 años. Incluso algunos ciclistas agradecen que fueran médicos los que les aplicaran ciertos fármacos, y no con la auto-administración que se realizaba anteriormente.
Hay que tener en cuenta una frase como “No se puede realizar la Vuelta a España comiendo solo macarrones”. Por supuesto. Pero la mayoría de las sustancias dopantes generan perjuicios en la salud del ciclista, y por eso están prohibidas. Y los ciclistas no disponen solo de macarrones, sino que cuentan con muchas ayudas no dopantes, conocidas como “Ayudas ergogénicas”, entre las que se cuentan los amino-ácidos ramificados, bebidas deportivas, o simples modificaciones de dieta.